Eficiencia de los recursos, más innovación y cambios en los procesos son algunas de las consecuencias de implementar estrategias sostenibles en las
organizaciones
Han pasado casi 25 años desde que se estableció por primera vez qué era el desarrollo sustentable. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, a través de la definición de Brundtland, dijo que se trataba de un desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
“Un equilibrio entre el eje económico, social y ambiental; eso es lo que busca la sustentabilidad”, explica Marcelo Mena, director del centro de Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello.
El primer eje se entiende por la capacidad de “conseguir crecimiento económico de una forma viable, cuidando el medio ambiente o, al menos, respetándolo, asumiendo que las empresas producen bienes y servicios sobre la extracción de algún recurso”, añade Alex Godoy, director del magister de gestión de la sustentabilidad de la Universidad del Desarrollo.
En tanto, la segunda área hace referencia a cómo las empresas logran introducir valores sociales dentro de la organización. Por ejemplo, por medio de la equidad de género, ecuanimidad de los ingresos o tener buenas prácticas sindicales. “Pero también hay un tema en que éstos -eje económico y social- se entrelazan. Y se da en la medida en que un crecimiento se sustenta hacia el otro, hacia el stakeholders”, manifiesta Godoy.
En cuanto a lo ambiental, los docentes son claros. El ambiente en que se emplazan las compañías debe ser vivible y que no se vea afectado de tal manera que llegue a pasar algo como lo ocurrido en Ventanas o el Huasco.
Un activo
De acuerdo a los facultativos, el incorporar estrategias de sustentabilidad en una organización produce varios efectos. “Por ejemplo, si una empresa busca restringir el uso de un recurso te das cuenta de que, en general, estaba acostumbrada a actuar desde la abundancia y el implementar la sustentabilidad trae consigo más eficiencia a nivel operativo”, dice Mena.
Godoy cuenta que se empieza a trabajar sobre escenarios futuros. “En ese sentido, puedes decir, por ejemplo: ‘mira, vamos a tener restricciones de tipo energético y tenemos que situarnos en un tiempo en que nuestras operaciones sean ojalá lo menos intensivas energéticamente,. Y ahí nace la innovación, algo que se tiene que aplicar”, destaca.
Si bien los países desarrollados llevan un trayecto importante, en Chile recién se está partiendo.
Aunque, según Godoy, favorece que haya varias empresas transnacionales en el país y que llegan con políticas muy bien establecidas.
Agrega que una de las principales falencias es que hacen falta mayores competencias. “Nos encontramos con los mismos cuerpos corporativos, pero con conocimientos de hace 10 años atrás que pueden ser avanzados en los negocios, pero muy pobres en esta área. Tienden a creer que sólo es un tema de toma de decisiones y no es tan así”, enfatiza.
Mucho más que RSE
La responsabilidad social empresarial, a diferencia del desarrollo sustentable, implica que “la compañía se enfoca en un área fuertemente y se hace responsable de ella, ya sea a través de políticas ambientales, entre otras”, dice Godoy.
Él docente agrega que también hay una diferencia con sustentabilidad, pues ésta “es más bien una estrategia, un análisis holístico para poder construir y aportar a ese desarrollo sustentable”.
“Hay gente que concibe la sustentabilidad sólo como ideas y la verdad es que es súper tangible y cuantificable”, afirma Mena. La idea de llevar indicadores es que permiten ver cuánto han cambiado las cosas en un plazo determinado y saber cómo funcionan las políticas incorporadas.
Fuente / Pulso
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