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Sanitarias, mineras y hasta Fundación Chile se han embarcado con proyectos de este tipo

En 1857 se hizo la primera planta desaladora en Antofagasta. La depuración de agua de mar era artesanal y eran unos pocos cientos de litros, pero sirvió para aplacar la sed en el desierto más árido del mundo. Hoy, en lugares tan disímiles como Antofagasta, Caldera o Isla de Pascua existen alrededor de diez instalaciones de este tipo que usan agua marina para consumo humano e industrial, y hay proyectos en la zona norte y centro de Chile para al menos duplicar este número de aquí al 2020.

La primera planta moderna fue levantada hace 12 años en la llamada “Perla del Norte” por Aguas de Antofagasta -entonces del grupo Luksic y hoy vendida a la colombiana EPM-, para abastecer a la capital de la minería chilena. Un año después hizo otra en Taltal. La desaladora de Antofagasta abastece al 60% de los residentes y la de Taltal, al 20%.

En Puerto Coloso, al sur de la ciudad de Antofagasta, Minera Escondida construye la mayor desaladora del continente y una de las más grandes instalaciones de este tipo en el mundo. Producirá 2.500 litros de agua industrial por segundo -216 millones de litros al día- para esta faena perteneciente al grupo BHP Billiton. La instalación cuesta US$ 3.430 millones y se espera que entre en operaciones en 2017. Esta es la segunda planta de este tipo que hace el grupo minero. En 2006 ya inauguró una planta también para Escondida en la misma zona y que costó US$ 60 millones.

En la Tercera Región, tres mineras han hecho plantas desaladoras: Candelaria, CAP y AngloAmerican. Candelaria, de la canadiense Lundin, puso en marcha en 2013 una instalación cerca del puerto de Caldera, que costó US$ 330 millones y abastece a la minera.

A su turno, CAP invirtió US$ 395 millones en la depuradora Punta Totoralillo, que tiene dos acueductos, uno de 80 kilómetros y otro de 140 kilómetros. Aunque se pensó para explotar la mina de hierro de Cerro Negro Norte y evitar así extraer agua del valle de Copiapó, ya agotado, la planta amplió su giro y también abastece de agua para consumo humano a Caldera.

AngloAmerican hizo su “fábrica de agua” para sus operaciones de Manto Verde, que costó US$ 100 millones, produce 120 litros por segundo de agua industrial. La planta se ubica en la bahía Corral de los Chanchos, cerca de Chañaral, y dicen en la minera, “nos permite hacernos cargo del déficit hídrico que afecta a la Región de Atacama al liberar agua dulce del río Copiapó”. Como desde la costa al interior se tiene que bombear el agua por 42 kilómetros, la minera hizo un tendido eléctrico para poder realizar tal tarea, que es por lejos el mayor costo operacional de la instalación.

En la Isla de Pascua hay otra depuradora. Financiada por el gobierno regional y el proyecto realizado por Fundación Chile, la planta de Rapa Nui tiene la gracia de usar energía solar para desalar y busca potenciar la agricultura de la isla, ya que debido a la falta de agua, el 60% de las frutas y verduras que se consumen en la zona se traen del continente. Y aunque no es específicamente desaladora, la Fundación Chile tiene una instalación similar en Pampanunes -Camarones, al interior de Arica-, que potabiliza agua con arsénico para consumo humano.

Un metro cúbico de agua desalada cuesta cerca de US$ 1 si está en la costa, pero sube conforme se bombea hacia el interior. En zonas de altura, donde están varias mineras, puede llegar a costar entre US$ 8 y US$ 10 el metro cúbico.

En las empresas señalan que más de la mitad del costo de producir agua desalada se explica por electricidad. Y dado que Chile tiene uno de los precios más altos en el mundo en este insumo, la tecnología no es tan masiva como pudiera serlo. El alto valor hace que para las sanitarias sea muy difícil hacer estas plantas, ya que es imposible traspasar el precio al cliente final, en una industria en que las tarifas están reguladas.

Ahora bien, mineras y sanitarias requieren aguas distintas. El agua desalada para las mineras no se puede beber. La potabilización incluye un filtrado, desinfección y fluoración.

Desde Arica a Coquimbo

A nivel de gobierno se habla de unas cinco desaladoras nuevas en el país, además de proyectos para distintas faenas mineras, con lo que se contaría con cerca de 20 plantas al 2020. Algunas están más avanzadas que otras.

En Arica, Aguas del Altiplano -controlada por la japonesa Marubeni- planea hacer una planta de 300 a 600 litros por segundo. La idea es liberar recursos hídricos para la agricultura de los valles de Azapa y Lluta, que son claves para la alimentación de la región más septentrional de Chile. Se habla de una inversión de entre US$ 50 millones y US$ 100 millones, pero hay dudas de cómo financiarla para que no impacte en las cuentas de agua. Hay negociaciones para que sea una inversión hecha por el Estado, dice un director de la firma.

En la II Región, Aguas de Antofagasta proyecta hacer otra instalación para dar agua a Tocopilla, con una inversión de US$ 26 millones. La iniciativa está en calificación ambiental.

En la III Región, Aguas Chañar tiene proyectada una planta para fines de 2017, que en una primera etapa tendrá la capacidad de 450 litros por segundo, para llegar a un máximo de 1.200 litros, convirtiéndose en la instalación más grande del país destinada a agua potable, pensada para sus clientes de Tierra Amarilla, Copiapó, Caldera y Chañaral. Es decir, más de 83 mil usuarios. La inversión inicial se estima en US$ 100 millones, pero la sanitaria analiza cómo financiar este desembolso, dado que el costo de producir el agua no es traspasable a la cuenta del usuario residencial, que subiría exponencialmente con ello.

En la misma zona, CAP está analizando hacer o ampliar su planta desaladora en Punta Totoralillo, dado que esta área se convirtió en un atractivo negocio, en un contexto de bajos precios en el giro principal, la minería de hierro.

También en Atacama, la firma Seven Seas tiene la licencia ambiental para hacer una desaladora en Bahía de Caldera, por US$ 12,5 millones.

En la Región de Coquimbo, la sanitaria Aguas del Valle, del grupo Ontario Teachers’ Pension Plan, estudia hacer una planta. “Actualmente estamos realizando análisis de prefactibilidad y nos hemos contactado con compañías internacionales, dado que involucra inversiones importantes y costos de producción elevados, que se deben evaluar junto a la Superintendencia de Servicios Sanitarios”, explica el gerente general de la sanitaria, Andrés Nazer. En la Región de Valparaíso, la sanitaria Esval también evalúa una instalación de este tipo.

El Mercurio

 

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